“Si
estás buscando una razón para ser feliz: tómate el pulso”, eso leí por ahí.
Esperando
el día en el que seamos felices, se nos va la vida.
Siempre
digo que hay que valorar más los detalles más pequeños, lo que parece normal:
que el corazón nos lata, que el Señor nos despierte cada mañana, que salga el
sol, la comodidad de nuestra cama, la lindura de los colores. Tenemos que ser
de los que ven el vaso medio lleno y no medio vacío, de los que en vez de
resaltar lo malo, apreciamos lo bueno.
Darle
las gracias a Dios por todo, pero vivir con una mala actitud como si no
tuviéramos nada, es una incoherencia. Seamos agradecidos, no sólo de labios,
sino con todo nuestro ser.
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